Figura como jugador y entrenador de baloncesto.

A los 64 años recién cumplidos, su vida trascurre entre fresa, pinzas, espejos, amalgamas, resina elevadores, que utiliza para realizar sus labores profesionales de odontología en un consultorio en el norte de ciudad de Barranquilla, donde les presta sus servicios a los pacientes de una entidad de salud del Atlántico
Actividad que cumple sagradamente de lunes a viernes y que combina los fines de semana con el deporte que lo apasiona, el que lo motiva, el que no ha dejado de practicar, ese que lo hizo dejar su primer amor, el futbol, que jugaba con sus amigos y que hacía de buena forma, ese mismo que no lo dejó seguir jugando béisbol, aunque en su colegio recibía las instrucciones del gran “M y M, el de la tanda de los conejos”, Milcides Mejía. A todos ellos y hasta su apasionada bola de trapo le dijo adiós en 1974, ¡para jugar y nunca más separarse del baloncesto!
Su amor por este deporte nos cuenta que nació porque cerca su residencia, en el barrio Las Delicias, había un colegio con una media cancha de básquetbol, la que le permitió comenzar a practicar ahí e incursionar en esta actividad deportiva, además como vivía cerca del Parque Suri Salcedo entraba al estadio a ver los jugadores en plena actividad.
1974 se inicia la obra

Para este año, Giovanni pasa de estudiar del Liceo Cervantes al Colegio Biffi, donde inicia su carrera exitosa y llena de logros dentro del baloncesto local, nacional e internacional. Fue para ese año que su hermano mayor, Bartolomé, es convocado a la selecciona Atlántico Juvenil que compite en Bogotá en el Campeonato Nacional de la categoría, lo que le permite al segundo de los hermanos Bacci Miranda mostrarse como una unas de las nuevas promesas del baloncesto local.
Los entrenamientos en el colegio Biffi eran dirigidos por el profesor Eduardo Reyes, quien lo invita a formar parte del equipo junior por su buena estatura y buenos desplazamientos dentro del maderamen. Para ese mismo año llega procedente de Bogotá a trabajar para baloncesto del Atlántico el profesor Miguel Zapata, quien se encarga de conformar un grupo de deportistas con buen biotipo y buena técnica para conformar las selecciones departamentales.
Fue para 1975, y con la renovación del básquet del Atlántico, que Giovanni Bacci es convocado por Zapata para hacer parte de la selección departamental juvenil, con tan solo 15 años. “Es la primera selección que yo íntegro, el primer nacional al que yo fui y fue en la ciudad de Pasto”, apunta pausado.
¡Selección Colombia, una buena cesta!

Después de su buena presentación en el torneo juvenil, donde compite contra deportistas de 19 años, los técnicos nacionales, Álvaro Uribe y Octavio Betancourt, pertenecientes a la Liga de Antioquia, convocan al crédito barranquillero para hacer parte de la Selección Colombia Juvenil que nos representó en los Juegos Bolivarianos en la ciudad de Barquisimeto, Venezuela, en 1975.
Pero no solo esto ocurrió en la vida deportiva de Bacci en ese glorioso 1975.
“Voy como desempolvando toda la historia, cuando yo comencé en el año 75, era juvenil y el profesor Miguel Zapata me dio la oportunidad de que participara en el equipo profesional Spotting Cuc, que patrocinaba el señor Tito Crissien, ya desaparecido…
“Entonces él subió a dos juveniles al equipo universitario y profesional, que era la Selección Atlántico de baloncesto profesional o semi profesional, ahí en esa nómina estaban los jugadores monstruos como, Carlos Vengal, Rafael Amador, Joaquín Arias, Eli Pereira, Dorian Martínez, Nicolás Gütte, Henry Hazbún, José Deyongh, toda esa nómina, era una nomina top y había también dos extranjeros”, nos cuenta, mientras escarbando en su memoria aquellos nombres.
En 1976, Bacci Miranda sigue mostrando sus condiciones y talento, lo que le permite jugar nuevamente un Nacional Juvenil por Atlántico en Bucaramanga, donde ocuparon el segundo lugar y es convocado nuevamente a representar a nuestro país, esta vez en los Juegos Suramericanos de Guayaquil, Ecuador.
En ese mismo año, Atlántico asiste al Campeonato Nacional de Mayores en San Andrés Islas, donde se conforma un equipo mixto integrado por jugadores de experiencia y novatos juveniles que venían acercando por sus condiciones al equipo grande. Esta sería la primera experiencia en esa categoría con tan solo 16.
En 1977 se realiza en Barranquilla un Campeonato Nacional Juvenil y Bacci vuelve a figurar por el Atlántico, que ocupa el segundo lugar.
Y así va pasando su vida, entre campeonatos nacionales, torneos internacionales, sus estudios de bachillerato y estudios universitarios, que dejó un poco de lado para cumplir con compromisos del baloncesto como el que nos relata con un poco de risa:
“En 1980 me llamó la organización de Bolívar de Cartagena y me contrataron en el equipo profesional que sacó Cartagena que se llamaba Piratas de Méico, de propiedad de Jaime Mejía Porto. Me llevan a Cartagena con el propósito de que yo me quedara a vivir en Cartagena y entonces me prometen que me van a contratar en el equipo y que me van a dar la entrada a la Universidad de Cartagena a la facultad de odontología porque yo estudiaba odontología aquí en Barranquilla”
Al final nunca se dio el traslado para ir y le tocó regresar a Barranquilla a continuar con sus estudios universitarios, que había dejado en el cuarto semestre.
Recuerda que el dueño del equipo lo llamó y le dijo: “esta gente definitivamente no te vas a cumplir, así que coge su motete y váyase para Barranquilla y me dio la plata para que yo me matriculara nuevamente siguiera mis estudios universitarios”.
Mundial de 1982, Bacci y Maldonado, barranquilleros en la historia

Es el único que se ha desarrollado en la historia del baloncesto en Colombia y fue la novena edición de los Campeonatos Mundiales, jugado en las ciudades de Bogotá, Bucaramanga, Medellín y Cali, con la participación de 13 quintetos encabezados por la Unión Soviética, que se tituló campeón; Estados Unido, que ocupó el segundo. Ademáas, Yugoeslavia, España, Brasil, Uruguay, China, Costa de Marfil, Checoslovaquia, Canadá, Panamá, Australia y Colombia, que al final se ubicó en séptima posición.
Con 22 años, Giovanni Bacci Miranda junto a Antonio Maldonado fueron los únicos representantes del baloncesto barranquillero que hicieron presencia en esta justa mundial.
“Bueno eso fue una experiencia inolvidable, un sueño que siempre está ahí, en el recuerdo y que uno quisiera volverlo a repetir; o sea, como verlo en vivo y en directo, sí lógicamente es imposible, pero fue para mí a través de todos estos años están ahí o sea como guardados en una biblioteca y que no se tocan”, comenta sentidamente.
La plantilla histórica de este seleccionado la conformaron, Giovanni Bacci y Antonio Maldonado, del Atlántico, Randy Steffen y Guillermo Mazquita, de San Andrés; Álvaro Álvarez y William Gómez, de Antioquia; Guido Mosquera y Elkin Valencia, de Choco; Luis Murillo, del Valle; William Nieto, de Santander; Luis Carlos Manjarrez, del Magdalena, y Álvaro López, de Bolívar.
Como hecho relevante del evento, los jugadores de Colombia mientras se disputaba la primera etapa se declararon en huelga por la falta de apoyo económico de su federación, y aceptaron finalmente jugar fue por la gestión de su entrenador, el estadounidense Jim McGregor.
Una vez finalizado el campeonato, la Federación Colombiana de Baloncesto optó por sancionar por tres años a los integrantes del seleccionado, por los reclamos justificados que hicieron por la falta cumplimiento de lo pactado.
Esta sanción le sirvió a Bacci para hacer lo que tanto le había prometido a su madre: terminar sus estudios universitarios, los que pudo cumplir en 1986, cuando se graduó de Odontólogo en la Universidad Metropolitana.
Pero no solo como deportista activo desarrollo sus habilidades. En 1985 recibió el llamado de las directivas de la Universidad Autónoma del Caribe para trabajar con el baloncesto universitario en las dos ramas, masculina y femenina, el cual lo hizo durante 23 años.
De igual forma se vinculó como entrenador del Colegio Biffi, donde logró enseñar sus conocimientos y vivencias dentro del baloncestos a los estudiantes del colegio del que es egresado, por espacio de siete años
“Pude transmitir todos esos conocimientos que yo tuve, no solo el conocimiento del deporte, sino como la formación de la persona, la formación académica la estructura como familia, que mucho de los estudiantes se acuerdan y lo valoraron”, afirma.
Se retira del baloncesto activo en 1993, pero antes de su retiro se casa en 1987 con Annunziata Vitola Rognini, su compañera universitaria, que para 1989 le da su primogénito, Gianluca Bacci Vitola. En 1992 llega su segundo hijo, Giovanni Filippo Bacci Vitola, quienes conforman esta bonita familia deportiva.
Annunziata no solo lo acompaña con sus dos hijos menores a los encuentro deportivos, sino que lo cubría en consultorio odontológico, atendiéndole los pacientes, puesto que ella también ejerce esta profesión.
En la actualidad sigue combinado su actividad profesional de la odontología con su deporte del alma y hace parte del Club Los Elefantes, creado por amigos hace ya 37 años y que semanalmente se reúnen el Colegio Real Royal School, con el firme propósito de seguir haciéndole una canasta a la vida.
Podríamos llenar innumerables páginas con los detalles fascinantes que componen la vida y la trayectoria de este extraordinario atleta barranquillero. Desde la tierna edad de apenas 15 años demostró un talento excepcional que no conoció fronteras, destacándose tanto a nivel nacional como internacional.
La determinación de este atleta quedó marcada en un momento crucial, cuando enfrentando una oferta de beca universitaria para estudiar medicina en la Universidad Libre optó por seguir su verdadera pasión: la odontología. Este acto de autenticidad y dedicación a su vocación nos habla profundamente sobre su carácter y sus valores.
Cada gesta deportiva en la que participó fue un motivo de orgullo para nuestra comunidad, representando con honor los colores de Barranquilla en cada competencia. Su dedicación, esfuerzo y sacrificio en el campo de juego son dignos de admiración y reconocimiento.
Hoy, es un momento para celebrar su legado y su contribución al deporte barranquillero. Acord Atlántico y Equinorte se unen en un merecido homenaje, otorgándole el premio “Vida y Obra a un Deportista Barranquillero”. Su historia es un testimonio inspirador de perseverancia, pasión y excelencia en el deporte.